En este post te comparto mi opinión basada en mi experiencia personal como usuario de GNU/Linux.

Solía ser un usuario más de Windows, y eso cambió cuando comencé una Formación Profesional en Ciberseguridad. La verdad es que al principio no entendía mucho. Apenas sabía lo que era “Linux”, más allá de escuchar los típicos comentarios:

“Para eso existe Windows”
“Eso es para hackers”
“Linux solo sirve para servidores”
“No hay compatibilidad con drivers”

Muchos de esos mitos fueron verdad hace algunas décadas, pero hoy en día el mundo GNU/Linux está mucho más documentado, cuenta con un gran soporte comunitario, y ofrece una experiencia estable incluso para usuarios comunes. En fin, mi camino comenzó el día que, sin pensarlo dos veces, cambié mi sistema operativo. Fue ahí cuando todo cambió para mí.


De Windows a GNU/Linux

Las primeras semanas no fueron trágicas, pero sí complicadas. Estaba acostumbrado a la comodidad de hacer clic en todo y tener asistentes para cualquier cosa. Al principio, abrir la terminal me intimidaba, y configurar cosas manualmente me parecía innecesario. Pero con el tiempo entendí que eso era parte del aprendizaje.

Lo primero que me impactó fue el nivel de control que tienes sobre el sistema. Pasé de sentirme un mero usuario a tener la sensación de que realmente entendía lo que ocurría dentro del ordenador.


Rompiendo mitos

Muchos de los prejuicios que tenía se rompieron rápido:

  • Compatibilidad de hardware: Hoy la mayoría de distribuciones reconocen bien los componentes. Incluso instalé GNU/Linux en portátiles antiguos sin mayores problemas.
  • Software: Descubrí alternativas libres muy potentes. Para tareas de oficina, navegación, programación o redes, no eché nada de menos.
  • Dificultad: No es que GNU/Linux sea difícil, es que Windows te acostumbra a no saber lo que haces. Aquí todo es más transparente, y eso te obliga a aprender… lo cual es bueno.

Primeros pasos en el nuevo sistema

Mi primera distro fue Kali Linux, por recomendación de los profesores y porque estaba metido en el mundo de la ciberseguridad, pentesting y demás. La verdad es que quería “vulnerar” o atacar Linux sin entender cómo funcionaba por dentro, además de intentar usar las cientos de herramientas que trae, aunque apenas llegué a utilizar un 20% de ellas. Kali me ayudó a entender conceptos como los paquetes .deb, el uso de apt, y la estructura del sistema de archivos en Linux.

Después de familiarizarme con Debian, quise probar otras distribuciones. Cambié a Debian buscando algo más estable, pero no tardé en seguir explorando. Probé Fedora, luego Manjaro, EndeavourOS, Loc-OS, Arch Linux, y hasta Alpine, que es donde actualmente tengo alojado este blog.

Con cada cambio aprendía algo nuevo: cómo funcionan los paquetes .rpm, el sistema pacman, configuraciones con systemd, el uso de musl en lugar de glibc, y muchas otras cosas técnicas que jamás habría imaginado en Windows.

Durante este proceso descubrí también la comunidad de Unixporn, un lugar donde usuarios comparten personalizaciones y configuraciones visuales de sus escritorios Linux. El tema del ricing —la personalización estética— me llamó mucho la atención, pero eso lo dejo para otro post, al igual que el fenómeno del distrohopping, que sin duda merece su propio espacio.


Lo que GNU/Linux me enseñó

GNU/Linux no solo cambió cómo uso el ordenador, sino también cómo pienso. Aprendí:

  • A investigar por mí mismo antes de hacer clic.
  • A valorar la comunidad y el software libre.
  • A entender conceptos clave de sistemas, redes y seguridad.
  • A no tener miedo de experimentar y romper cosas.

Además, me despertó algo muy importante: curiosidad técnica. Quise saber cómo funcionaban los servicios, qué hacía cada archivo de configuración, cómo se levantaba una red, cómo se servía una web sin depender de gigantes tecnológicos.


Conclusión

Si estás leyendo esto y te da curiosidad probar GNU/Linux, te animo a dar el paso. No necesitas ser un experto ni tener un máster en computación. Solo necesitas ganas de aprender y no rendirte a la primera complicación.

El viaje no es perfecto, pero vale la pena.
Y si algún día te preguntan si “Linux es solo para servidores”, podrás contestar con conocimiento de causa.


¡Gracias por leer!

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